Escrito 7
El miedo y la herida del rechazo
Tener al amor en la pureza de su esencia me hizo revisar ¿qué locuras pasaban por la mente de mi niña?
Es menester repensar a la niña interior como un infante, un polluelo que sale del caparazón y se encuentra ante un desordenado y vasto mundo que le provoca curiosidad, ansiedad y miedos.
Todo pasa por el cuerpo infantil. Su cerebro no funciona igual al del adulto, por lo cual no entiende muchas cosas que en la vida adulta preocupan. Sin embargo, es allí, en la infancia, donde se agolpan las primeras creencias limitantes sobre el mundo y sus vicios.
Según mi experiencia, en la exploración de las heridas de la infancia, el miedo es la emoción primaria a la que ese cuerpecito se enfrenta. Como el miedo es una emoción que involucra nuestra seguridad y la supervivencia como humanos, es menester explorarla.
Viví el deseo de mamá al concebirme. Ella tenía una extraordinaria fuerza de vida que aún ahora me abraza. La pude visualizar navegando por el Universo y aceptándome como a su nueva hija, su nuevo encargo.
La magia que hubo en ese momento, ella frente al árbol de Vida, tomando de buena gana su encargo, fue grandioso, en extremo dichoso. Luego ella partió y cual hilo fantástico me condujo a mi primer hogar en la tierra, su vientre.
Esa unidad toda simbiótica la disfruté en demasía. Fueron momentos llenos de encanto, de fuerza, de inusitados sobresaltos por todo el mundo de mamá corriendo no solo ante mis ojos sino recorriendo mi sangre, por mis venas. La unión entre ella y yo la disfruté tanto que solo el primer beso en pleno pico hormonal se le iguala.
Con mi nuevo cambio de concepción sobre el amor, ahora puedo respirarlo. Pero por mucho tiempo no fue así.
Ahora lo que quiero destacar es que la unión con la madre es un vínculo y una relación tan profunda y marcada en el ser que solo al tomar conciencia se pueden cambiar muchos aspectos del carácter y esto hay que ver si se logra porque es tan profunda y abarcadora que te involucra toda la genética.
Mi reflexión es que en cuanto se pueda ser conscientes de ello, es supremamente importante para dar pasos seguros hacia los cambios personales y planetarios. Hoy es más contundente esta frase que uso: CAMBIAS TÚ, CAMBIA TODO.
En fin, ¿cuándo o por qué tuve la herida del rechazo?
Recordando que el rechazo lo infiere la madre, tanto si el hijo es hombre o mujer. Mami, amaba contener, dar vida, albergar, proteger… está escrito en ella esta capacidad. Ella aún es inconsciente de esta capacidad o deseo.
Mi capacidad de amar a la vida era extraordinaria también. Yo desde muy tierna fui un alocado conejito explorándolo todo. Me veía de flor en flor. Oliendo, chupando, mascando encantándome con los colores con el viento. Todo pasaba por mis gloriosos sentidos. Todo lo perseguía una vez que estaba despierta. Mami vio con mucha pena que pronto volaría de su lado.
Y un día, decidió dejarme partir. Con ello decidió también traer al mundo a mi siguiente hermanito. Al principio no entendí lo que pasaba. Ella había dado por sentado que mi libertad era importante. Pero aún era muy pequeña como para estar consciente de lo que el alma te impele a hacer para su propia evolución.
Y así nació mi miedo…
Miedo a perderla
Miedo a no ser más importante para ella
Miedo a compartirla
Miedo a no tener más su amor….
Miedo a no olerla, a saborear la unión entre nosotras dos
Miedo a la interperie
Miedo a estar lejos
Miedo a la soledad
Miedo al vacío…
El miedo actúa igual en todas las etapas de la vida sometiendo al cerebro bajo un oscuro manto de distancia, incomprensión, ausencia… Entiendo que mi amígdala se activó.
Esta activación fue paulatina. Comenzó con el destete. Tenía apenas 2 años cuando eso sucedió. La ausencia de comida, del seno materno fue crucial en esto de la comprensión del miedo. Agonizaba sin el seno. Era lo único que mi cuerpo no rechazaba como comida y lo único que me sería negado.
La ansiedad creció junto con ella la nostalgia. Fue atroz y desbordante. Lloraba de día. Lloraba de noche. Lloraba despierta. Lloraba dormida. La nostalgia era la comida de mis días. Nada me consolaba.
El segundo gran evento fue el triangular. Cuando me di cuenta que en la relación entre mi madre y yo estaba mi hermanito. Eso fue también devastador. Insuperable. Lleno de experiencias de rivalidad, riñas desesperanza, dudas … y desconsuelo. Por suerte, mi padre amado pudo cubrir un poco mis reclamos, pero a la larga le hice una cuenta inacabable a mamá que para colmo ella no se daba por enterada.
Así transcurrí durante mis primeros años entre duelos, rivalidades y desvelos. Mi adolescencia no fue nada agradable en su primera parte, luego arreglé mi mundo, aunque solo fuera por algún tiempo.
¿Y qué del miedo?
Eso te lo cuento mañana.
Odette Piloso
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12 de junio de 2021
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