La Herida Primaria
¿Quién no ha sido herido/a durante su crecimiento?
No hay uno, ni quiera uno que se escape de la herida primaria infringida durante nuestros primeros años.
¿Te ha pasado que llevas un sollozo en tu pecho que sale como un estallido repentino cuando te niegan algo o ves pasar al amado y te esfuerzas tratando de retenerlo?
Es que esos momentos no están definidos por lo que estás viviendo sino por esas vivencias que yacen dormidas y que a pesar de su letargo te sigue como fantasma asechando, poseyéndote, envolviéndote los sentidos sin que te des cuenta. A eso se le llama sombra.
¿De qué hablo?
De esas heridas imperceptibles durante tu infancia. Acá donde vivo, se escuchaba una canción infantil que dice: “piden pan, no le dan, piden queso, le dan hueso. Piden vino si le dan, se marean y se van”.
¿De risa?
Esa es exactamente la herida primaria. Ante la necesidad del infante teniendo la necesidad de ser escuchado, descifrado, atendido tuvo por respuesta un haz silencio, no ves que estoy ocupada, ya te dije que si lo hacías de nuevo te iba a pegar, ¡te dije! ¡Cuida a tu hermanito! Es que solo tengo dos manos. ¡Nunca ayudas! … y así sucesivamente…
Hasta que te callas, te lo guardas, te la ingenias con la imaginación o te das por vencido.
¿Qué me pasó?
Te puedo contar muchas historias. Pero la que me puso en un contexto diferente fue percatarme que yo tuve que dividir mi atención en complacer a mi mamá, a mi padre y a mi hermana.
¿En qué?
En algo que toma el inicio del ovillo de mis desórdenes. Una orden puntual: Usted, mija, hágale caso a su hermanita en la escuela, de regreso a casa, porque ella la traerá aquí conmigo. Y si no regresa yo me pondré a llorar y estaré muy triste. Mi niña, o sea yo, respondí, bueno papi.
Mi bella niña de apenas 6 años, fue atada a su hermana de 9 y a sus padres como un hilo que borda sus vidas para mantenerlos juntos, haciendo caso por amor, por una promesa que trae la recompensa de la presencia de los amados.
Pero el precio que mi niña pagó fue alto: no corretear, no brincar, no explorar, no jugar con el viento… para ella eso era vida.
Esa es la herida primara: La distancia que existe entre lo que realmente el infante necesita y lo que le dan.
Hoy reconozco los devaneos de mis principiantes padres. Reconozco mi real necesidad de amar el movimiento, de jugar, de explorar, de brincar… así mi pequeña niña experimentaba la vida.
Hoy, preciosa te doy permiso de jugar, brincar, viajar con el viento mientras te experimentas, mientras te respiras… vuela mi hermosa, vuela y siente tu libre andar y moverte…
Te amo siempre BiBi (ese es el nombre de mi niña interior)
Con amor
Odette
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